EDITORIALES DESDE JALISCO
Notas de Gabriel Torres Espinoza
El que siembra vientos, cosecha tempestades. Vicente Fox, Manuel Espino y los mariscales del lodo que sembraron el odio y el miedo para ganar las elecciones, tienen ya los efectos secundarios de sus métodos fascistas de hacer campaña. Una vez que ganaron oficialmente las elecciones, demandan a sus adversarios vencidos una civilidad que ellos no pudieron demostrar desde el poder.
El presidente del cambio no pudo cambiar las prácticas ventajosas y autoritarias de los presidentes priistas que intervenían ilegalmente en las elecciones (tal como lo señaló el Tribunal Electoral). No pudo comportarse como un hombre demócrata que asumiera la neutralidad que corresponde a un jefe de Estado respetuoso de las leyes y de las decisiones que sólo corresponden a los electores. Por el contrario, Vicente Fox se dedicó a usar las tribunas de la presidencia para enredarse en un rosario de descalificaciones contra el candidato de la izquierda mexicana, al que también antes quiso dejar fuera de la competencia por la vía del desafuero, con la delictiva complicidad de la Suprema Corte de Justicia. Eso ahora a todos nos consta.
El PRD se ha excedido en las formas de manifestar sus desacuerdos, sin duda. El PAN, por su parte, es responsable con mucho de esa radicalización violenta. Basta escuchar las expresiones cargadas de aversión del coordinador de la bancada del PAN, Héctor Larios, para advertir por qué no puede fructificar ninguna negociación política. El rencor le brota por cada poro de la piel. La violencia no se puede ni debe justificar en política; empero la sumisión, el trato indigno y la humillación, tampoco.
El candidato de la izquierda y su partido fueron atropellados por la ilegal intervención del poder presidencial (así lo sentenció el TEPJF), por dinero de los empresarios monopólicos y por los intereses de la jerarquía católica que intervinieron cuanto pudieron para sembrar miedo, advertir “peligros” y orientar a los electores a votar por el partido en el gobierno. Estos mismos actores que en 2000 alentaron la alternancia democrática, hoy apostaron por la continuidad cómplice.
Mañana Felipe Calderón será, desde las 00:00 horas, el presidente de México. Con o sin protesta en el recinto legislativo, Calderón estará a cargo de la jefatura de Estado, de gobierno y de las Fuerzas Armadas. Eso es lo que en verdad debe importarles. El PRD está en todo su derecho de protestar y es comprensible que lo haga. Ese es el alto precio a pagar después de la terrible campaña de miedo y odio que hicieron el gobierno, los empresarios y jerarcas religiosos. No se puede esperar civilidad de quien es agredido así. No se puede exigir respeto a las leyes cuando las violaron para ganar las elecciones, tal como lo resolvió el propio Tribunal Electoral, cuando advirtió que no podía cuantificarlas y, por consecuencia, anular la elección. Para distensar este clima de conflicto debe comenzarse por entender al otro, al que agraviaron, al que vencieron con las más ruines tácticas de terrorismo publicitario, odio y miedo. El que siembra vientos, simplemente cosechará tempestades.
jueves, noviembre 30, 2006
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