EDITORIAL: LA CREACIÓN DE UN BORDABERRY
Muchas gracias al Sr. Tarufo quien nos envía una editorial de Humberto Musacchio:
La creación de un Bordaberry
Por: Humberto Musacchio
No es un secreto que en el PAN se desenvuelve una lucha feroz entre la derecha y la ultraderecha. Felipe Calderón está enfrentado a Manuel Espino
A primera vista resulta inexplicable que en este fin de sexenio los problemas parezcan irresolubles. En este México foxista lo que se hace es, con pláticas o sin ellas, permitir que los problemas crezcan, se ahonden las diferencias y las soluciones probables de un día se conviertan en la respuesta inaceptable del siguiente. En algunos casos, hay que admitirlo, dejar que las cosas se pudran ha tenido resultados convenientes para el gobierno federal. Así ocurrió con el zapatismo, que ante la indiferencia gubernamental optó por ir a las ciudades y ahí anda, con el subcomandante (sub-coma-andante) echando rollos sin mayor efecto en la realidad. Lo mismo ha venido ocurriendo con el conflicto poselectoral, porque las fuerzas de oposición están entrampadas en la maraña legal dentro de la cual decidieron jugar. Pero en otros casos, como en la lucha contra el narco o frente al conflicto de Oaxaca, la pachorra oficial ha significado la pérdida de vidas humanas y daños inconmensurables.
Lo más grave de esa actitud es que se empuja al país a la desesperación y se atiza el enfrentamiento. Si los problemas no se resuelven con decisiones políticas, lo cierto es que se abre la puerta para el uso de la violencia. Todos sabemos que el empleo de la fuerza legítima es monopolio del Estado, pero nadie ignora que sólo se debe recurrir a ella cuando están agotadas todas las fórmulas políticas. Sin embargo, parece que hay muchos interesados no en resolver, sino en agudizar, los problemas, y llevarlos al terreno de la violencia.
Conviene a los priistas el uso de fuerza frente a los conflictos y el consecuente debilitamiento del gobierno federal y del orden republicano, pues en esas condiciones resulta mayor su lucro con los apoyos a Fox, a Calderón y al PAN. Una ganancia adicional para la gavilla tricolor es que el fracaso de Acción Nacional abre la posibilidad, o eso supone, de volver al gobierno, y de hacerlo a invitación del Presidente oficialmente electo.
La hueste del PRI tiene, pues, sus motivos para posponer las soluciones. Lo incomprensible, al menos en apariencia, es que el otro partido de la derecha, el PAN, esté en la misma sintonía, propiciando la pudrición de conflictos que pueden ser de consecuencias inimaginables. Todo indica que se pretende heredar conflictos al gobierno que empieza el primero de diciembre, para obligarlo a echarse en brazos de sus adversarios internos. Tras de la verborrea inútil del secretario de Gobernación y del encogimiento de hombros del foxismo se vislumbra la intención de entregar un país desesperado y rebelde que mandará a un plano muy secundario las responsabilidades de quienes mangonearon en este sexenio. La consigna parece ser: heredémosle un polvorín a Felipe y vayámonos al rancho a ver desde allá el incendio.
En la misma línea están las declaraciones del siempre lamentable Héctor Larios, líder de la diputación panista, quien incapaz de plantear soluciones recomienda echar mano de la fuerza pública. Pide, para decirlo con precisión, mandar cerillos a prenderle fuego a la gasolina. Y no está solo. De los sectores financieros y empresariales que apoyaron la campaña de Felipe Calderón y su guerra sucia, desde ahí se levantan voces que piden en todos los tonos y para todo el uso de la fuerza.
No es un secreto que en el PAN se desenvuelve una lucha feroz entre la derecha y la ultraderecha. Felipe Calderón está enfrentado a Manuel Espino, quien impuso a los coordinadores de senadores y diputados. Todos los que hoy piden emprenderla a garrotazos contra los movimientos sociales saben que el sistema electoral tan duramente construido ya no tiene la confianza de millones de ciudadanos.
En esas condiciones, se abre una ancha avenida para la ultraderecha represiva y golpista. Un Felipe Calderón atrapado en el caos y la violencia tendrá que ponerse en manos de quienes buscan la confrontación sin asumir los costos. Empujar hacia una respuesta violenta es dejarlo todo en manos de la fuerza pública, es entregarle el poder real al que puede, pues las instituciones han demostrado su incapacidad.
El caso recuerda al Uruguay de fines de los sesenta, cuando la concentración de la riqueza en manos de oligarcas y especuladores generó altos niveles de inflación y la depauperación de los trabajadores, quienes respondieron con grandes huelgas. El gobierno de Jorge Pacheco Areco, un tipejo corto de entendederas y de pantalones, declaró la ley marcial, clausuró universidades y reprimió a los obreros. El sucesor de Areco, Juan María Bordaberry, siguió por ese camino y en junio de 1973 dio un golpe de Estado, declaró ilegal a la oposición y puso el orden interior en manos de los militares, quienes tres años después lo echaron, para asumir directamente el poder y ahogar a ese país en un baño de sangre. Esa es la consecuencia de renunciar al ejercicio de la política y a la búsqueda de soluciones pacíficas. ¿Será eso lo que buscan los "aliados" de Felipe Calderón?
hum_mus@hotmail.com
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