martes, octubre 31, 2006

NI EL OAXAQUEÑO ASESINO NI FECAL LA LIBRARÁN.

Opinión México.

Ni Ulises ni Calderón la librarán

Por: Julio Pomar
(especial para ARGENPRESS.info)
(Fecha publicación:31/10/2006)

Los acontecimientos de Oaxaca son sintomáticos de varias cosas. Una primera, que el llamado “sistema político nacional” no es tal, y lo que queda del viejo sistema priísta ya no sólo está en crisis, sino en plena disolución, por sí mismo se está desmantelando, pese a que Fox y sus pan-iaguados quisieron comer desde que llegaron al poder presidencial (que como se ha visto, no es todo el poder) las sobras malolientes del banquete priísta de las supuestas siete décadas.

De este banquete sólo pudieron eructar imposiciones y trácalas electorales, en medio de una indigestión atroz de frivolidades y malas cuentas, eso sí, arropadas por una “política” mediática consagrada a ignorar los hechos reales y por consecuencia, a mentir sobre ellos.

Es casi un axioma en los inmaduros que si algo ignoran estos, pretenden salvar la cara con proclamaciones de lo contrario a la ignorancia, con hechos inventados, o sea, mintiendo o fantaseando, cosas que vienen a ser lo mismo. Es lo que se dice de los periodistas “balines” o “voladores”: lo que no saben lo inventan.

No en balde Fox prometió aplastar con sus botas las “víboras prietas, alimañas y tepocatas” tricolores y de inmediato, desmarcándose del PAN (“yo gobernaré, no el PAN”, dos días después de la elección del 2000), se enfiló a una alianza con las mismas especies zoológicas del pleistoceno político mexicano.

Pretendió gobernar autocráticamente al país, como el PRI sí lo supo hacer, cuando ya estaban rotos los amarres del sistema anterior, precisamente por la acción destructora y “pragmática” de los gobernantes neoliberales priístas (De la Madrid, Salinas y Zedillo).

Esos amarres eran el control político omnímodo mediante el partido “casi único”, del cual el presidente en turno fue el mandón supremo; y otros controles sociales como el sometimiento de la iglesia al poder civil (sujeción de los apetitos de los clérigos, a los que se dispensaban canonjías a modo del gobernante en turno);
el reparto de la tierra, que estaba en manos exclusivas del titular del Ejecutivo Federal, y otorgamiento de créditos y tecnología para el agro (control del campesinado);
la “toma de nota” de los sindicatos o autorización de facto de su existencia legal (control de los obreros y empleados);
la agrupación forzada de los empresarios en cámaras y asociaciones (control del empresariado);
imperio sobre los medios de comunicación (papel barato para periódicos y revistas, primero, y concesiones negociables del espacio radio-eléctrico a los medios electrónicos, radio y TV, después);
constitucionalmente, cosa que sigue existiendo, manejo exclusivo por el Ejecutivo de la política exterior y mando absoluto y discrecional sobre las fuerzas armadas (control de éstas por el presidente en turno), pero que en el primero de los casos está fuertemente cuestionado por haber abandonado los neoliberales las líneas históricas de dignidad y soberanía y se demanda una participación mayor del Congreso, y que en el segundo de los casos, el ejército y la marina, se pone en entredicho porque existe una suerte de intocado “fuero militar”.
Y otras palancas constitucionales y meta-constitucionales más.

Cuando menos, el poder autocrático del PNR-PRM-PRI (que llevó a Octavio Paz a definirlo como “el ogro filantrópico” hacia fines del siglo 20) se ejercía con la gran filosofía emancipadora de la Revolución Mexicana, a nombre de los grandes ideales de la liberación y el bienestar de los trabajadores del campo y la ciudad, en cuyo camino el anterior sistema acopió una buena suma de grandes resultados (educación para todos, laica, positiva y gratuita; seguridad social, aunque fuera insuficiente y frecuentemente de baja calidad; etc.).

En el ámbito de la justicia y la legalidad, el antiguo sistema quedó a medio camino de una profunda reforma: la justicia y la legalidad siguen siendo aspiraciones hasta hoy inalcanzadas; de ahí la eclosión del crimen organizado (narcotráfico y secuestro, robo de automóviles) y el crecimiento social del delito y la impunidad.

Los panistas, que bregaron en su fase doctrinaria inicial por corregir a su modo todas estas anomalías, al llegar al poder ignoraron su propio pasado y se dispusieron a “gobernar” como lo había hecho el PRI, como si contaran con los recursos y palancas que el sistema priísta creó y que ya estaban en extinción. Craso error.

Para perpetuarse en el poder, hubieron de recurrir al viejo fraude y a la trampa electoral (señaladamente en dos momentos: el robo de las elecciones al Frente Democrático Nacional encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, en 1988, y el despojo del triunfo de la coalición de izquierda encabezada por Andrés Manuel López Obrador en 2006, convalidados por instituciones manipuladas no para hacer valer la democracia sino para perpetuar el mando de los poderosos, viejos y nuevos, del país. Por eso Calderón, exponente de la derecha (con cuyos extremos, El Yunque protofascista, coquetea y solapa), muy pero muy difícilmente librará la encomienda, pese a que llegue a asumir las funciones presidenciales.

Sin sistema y con la percepción generalizada de que llegó fraudulentamente al mando, sin legitimidad, pues, sólo atina a idear una “gran solución”: rebasar por la izquierda... a la izquierda. Lo cual está en chino y configura un galimatías absolutamente demagógico eso de que la derecha pueda caminar por la izquierda. Sería un milagro sólo visto en las Santas Escrituras.

Al efecto de llegar al gobierno, Calderón mantiene el temor, con sus cofrades, de que la caída de Ulises Ruíz en Oaxaca perjudicará su acceso al mando presidencial. Sobre todo porque falta que los obradoristas hagan su siguiente jugada en el tablero de ajedrez, la asunción como “presidente legítimo” de AMLO el 20 de noviembre, ya no en el Zócalo capitalino, sino en la gran explanada del Monumento a la Revolución, unas veinte cuadras al poniente de aquél, que para algo servirá por fin.

Y no como “gobierno de sombra” a la europea, sino como gobierno aunque sin los recursos del poder formal. En cuanto a Ulises Ruiz, ni su homérico nombre lo salvará. Ya está visto, y bien visto, que no podrá seguir gobernando a Oaxaca, pese a que el movimiento de los pueblos oaxaqueños (APPO) y el magisterio local (sección 22 del SNTE) pueda ser sometido en la actual embestida de fuerzas federales.

Cuando el Senado, que no se atrevió a certificar la desaparición de poderes en el estado, lo llama a renunciar o pedir licencia, igual que las bancadas de diputados del PRD, PAN y otros, excepto la del PRI, que encabeza el coordinador “precioso” Emilio Gamboa, que lo instaron a hacer un verdadero “examen de conciencia”, y renunciar, implica que ya no tiene ni el mínimo consenso para seguir como gobernador de Oaxaca.

Lo dicho: Ni Ulises ni Calderón la librarán.

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