REFORMA.
Roberto Zamarripa.
Ya cayó...
Una nueva etapa del conflicto oaxaqueño ha iniciado. La ocupación de la capital por parte de tropas de la Policía Federal Preventiva (PFP) no es para pasar el puente de día de muertos en esa bella ciudad.
Los efectivos de la PFP son militares hechos y derechos formados en las Brigadas de la Policía Militar y su capacitación es precisamente para eso: restablecer el orden ante disturbios públicos y ya logrado, patrullar para mantenerlo. Eso llevará semanas si no es que meses.Han llegado a un territorio sin ley y sin gobierno.
La APPO, como bien se sabe, surgió luego del fallido desalojo del 14 de junio ordenado por Ruiz y ejecutado por policías acostumbrados al asesinato a mansalva pero no al combate frontal. Desde junio hasta octubre, el movimiento de la APPO maduró organizativamente y se constituyó en una fuerza radicalizada que puso en jaque a Ulises Ruiz.
Sus métodos políticos combinaban los tradicionales rituales de los grupos de izquierda con acciones seudodelictivas y violatorias de derechos humanos. Pero no ha sido un grupo reducido sino una agrupación que concitó una amplia fuerza estatal que representaba el descontento contra el gobierno atrabiliario de Ruiz no menos delictivo y violatorio de garantías de la población.
Ulises Ruiz debió irse hace mucho del gobierno oaxaqueño. Ahora lo hará ante el desastre consumado. En el territorio que debe gobernar, la seguridad pública no está bajo su mando. Menos la interlocución política y es francamente un riesgo para la población que Ruiz continúe con el manejo del presupuesto público.Por el contrario, ahora tendrá que enfrentar responsabilidades directas por una decena de muertes ocurridas en los últimos meses y por los desfalcos al erario estatal que hasta sus propios correligionarios priistas consideran como escandaloso. Sería fatal que se fuera del gobierno con honores e impunidad garantizada.
En medios priistas hay quienes comentan que Ruiz hace arreglos financieros para poder sacar del país millones de dólares obtenidos de manera inexplicable. Una auditoría de su gobierno y una revisión de sus cuentas bancarias dirían mucho sobre el desastre administrativo y político al que llevó a Oaxaca en menos de dos años.¿Cuál es la razón para que se mantenga en el gobierno?Ninguna. Son muchas 15 muertes que, si Ulises se hubiera ido a tiempo, habrían sido evitadas.
* * * El gobierno federal titubeó.
Cuando todo se encaminaba hace 10 días para una decisión de fuerza, el presidente Vicente Fox desanimó a sus subordinados al decirles en una reunión del gabinete de seguridad del pasado martes que no habría incursión de la fuerza pública en Oaxaca.Sin embargo, tras la muerte de un periodista estadounidense, las cosas cambiaron. Hubo un reclamo serio de la embajada norteamericana y una repercusión internacional inusitada por la violencia en Oaxaca.Pero las tropas ya habían sido mandadas a descansar y los planes de incursión estaban archivados por lo que la preparación de la movilización de fuerzas policiacas tuvo todo tipo de contratiempos.
La Presidencia de la República anunció en un comunicado emitido a las siete de la mañana del sábado, que las tropas federales entrarían de inmediato a Oaxaca. En realidad, a esa hora apenas estaban subiéndose al avión. Ocuparon todo el sábado para viajar pero sobre la media tarde se dieron cuenta de un detalle: no habían llevado las tanquetas antimotines.Fue entonces que las desplazaron por tierra en la tarde del sábado y arribaron a la capital oaxaqueña por la madrugada. También faltaban efectivos de apoyo. Había los suficientes para una primera incursión pero no para el relevo.
Por fin, miles de efectivos fueron alineados en las afueras de la capital en el poblado de San Pablo Etla sobre la madrugada del domingo. Tenían la instrucción de iniciar temprano. A las seis de la mañana.Sin embargo pasaron las horas y no había movimiento. Y es que se presentó un segundo detalle: las tanquetas antimotines lanza-agua estuvieron a punto de entrar en acción ¡sin líquido! Sobre las ocho de la mañana, dos horas después de que oficialmente debería iniciar el operativo, pipas de dependencias públicas acudieron a abastecer de agua a las tanquetas.
Fue hasta la una de la tarde cuando empezaron a movilizarse las tropas federales y enfrentaron una seria resistencia.No iban a un día de campo. Ya lo sabían. Es francamente preocupante que la decisión presidencial de emplear a las fuerzas federales para salvar un problema político hubiera tenido tales fallas operativas y la ausencia de sensibilidad política sobre las circunstancias en las que encontrarían a la población.
La situación de Oaxaca se encuentra en su punto más crítico, lejos aún de una solución duradera y justa. Ya basta. Ulises ya cayó, eso que ni qué. Lo que tiene que levantarse es el estado y el respeto a su gente.
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